Él, Carim Clasmann, se curtió musicalmente en distintos estudios de grabación de Colonia. En ellos llegó a trabajar con bandas como Einstürzende Neubauten o Die Toten Hosen hasta que decidió trasladar sus huesos hasta Londres.
Allí fue donde ambos, a través de amigos comunes, se conocieron y dieron forma a Psapp a principios de siglo. Los primeros meses de vida estuvieron dedicados a los experimentos con “sonidos tontos” hasta que, a finales del 2002, comenzaron a sondear el mercado discográfico y a dejar fluir una incontinencia creativa que se tradujo en una retahíla de lanzamientos: tres EPs tan sólo disponibles en vinilo – Do Something Wrong (Melodic, 03), Buttons And War (Arable, 04) y Rear Moth (WIAIWYA, 04) – y un mini CD de edición japonesa – Northdown (Rallye, 04) – antes de publicar a principios del año pasado su álbum de debut para el sello de una de las mitades de isan: Tiger, My Friend (Arable, 05).
Por el camino, Psapp dejaron unas cuantas canciones en las bandas sonoras de series como The O.C., Anatomía de Grey o Nip/Tuck y no perdieron la ocasión de fichar por Domino y publicar su segundo largo sin apenas respiro. Este lleva por título The Only Thing I Ever Wanted (Domino/PIAS, 06) y, cosa lógica teniendo en cuenta el tiempo transcurrido, recoge el testigo donde lo dejó Tiger, My Friend para darle una nueva vuelta de tuerca y mejorarlo.Once canciones que nos vuelven a traer memorias de tardes felices gracias a unas delicadas melodías de juguete repletas de detalles, timbres y tonalidades.
Un paso más allá de la indietrónica, Psapp tiran tanto de sampler como de una infinidad de instrumentos y cachivaches sonoros entre guitarras acústicas (Tricycle), aires folk (Eating Spiders), dulces nanas (Make Up), psicodelia suave (King Of You), violines (New Rubbers) y glitches, hermanando electrónica y pop.The Only Thing I Ever Wanted recordará a los arabescos de Herbert junto a Dani Siciliano (sobre todo en el uso de la voz) tanto como podrá hacerlo a Lali Puna, Stereolab, Coco Rosie o Feist. Pero sus ganas de picotear aquí y allá, de probar y jugar con los instrumentos y el ordenador, de vestir y decorar las canciones, les lleva un paso más allá: hasta un resultado que, por momentos, puede llegar a emocionar.
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