Mejor
conocida como Lucha Reyes (Guadalajara, Jalisco, 23 de
mayo de 1906 - Ciudad de México,
25 de junio de 1944), fue una reconocida intérprete de música ranchera mexicana.
Aunque de niña
mostró su afición por el canto, el rasguear de su voz y el falsete
característico que logró imponer en sus canciones en sus mejores momentos tuvo
su auge a partir de los años treinta, cuando se especializó en temas del folclore
mexicano. Aún era muy pequeña cuando quedó huérfana de padre. El apellido Reyes
lo tomó del segundo esposo de su madre, quien se hizo cargo de ella hasta que
llegó a la adolescencia. Durante sus pinitos como cantante, y en su estado
natal, obtuvo el título de Reina del Mariachi, y poco después junto con su
familia se trasladó a la Ciudad de México, donde habitaron una modesta vivienda
en la colonia Morelos, pero la mala situación económica que en ese momento
pasaban sus padres le impidió terminar su educación primaria; luego se integró
al coro de la Iglesia del Carmen.
Su carrera
profesional se inició a los trece años, debutando en una carpa ubicada en la
plaza de San Sebastián, cerca de su casa. Ahí con el paso de los meses llegaría
a alternar con figuras de la comicidad como Amelia Wilhelmy, José Limón y los
hermanos Acevedo. En 1920 viajó a los Estados Unidos para estudiar canto y
desarrollar sus aptitudes como soprano, sin embargo, fue contratada para una
gira por varios estados de aquel país, cosechando triunfalmente sus primeros
aplausos. Precisamente durante ese recorrido conoció al periodista Gabriel Navarro, con quien poco después contraería
matrimonio. Lucha estaba por tener a su primer hijo cuando sufrió un aborto. A
partir de esta tragedia el hombre de su vida comenzó a tratarla
despectivamente, trayendo consigo el inevitable divorcio.
Después de
una larga temporada en los Estados Unidos y cuando Lucha regresó a México
formó, junto con las hermanas Ofelia y Blanca Ascencio, el trío Reyes-Ascencio,
aunque ya para entonces su adicción por las bebidas alcohólicas y sus continuos
incidentes bochornosos durante sus presentaciones la llevaron a ser lanzada del
trío y ser substituida por la cantante Julia Garnica (triunfando ellas como el
trío Garnica-Ascencio durante sus presentaciones en el teatro Lírico y en las
radiodifusoras de la época). A pesar de que Lucha se sentía desilusionada por
el rechazo de sus compañeras, en 1927 reinició su búsqueda de la fama,
uniéndose al Cuarteto Anáhuac, con el que realizó una gira por Alemania,
integrándose a la vez a la compañía de Juan Nepomuceno Torreblanca. Estando en
Berlín, capital alemana, Lucha pescó una fuerte infección de garganta que la
hizo retirarse durante un año de su actividad como cantante, pero la falta de
dinero y las preocupaciones la hicieron retornar a la actividad. Lo inesperado
fue que debido a la infección sufrida su voz se tornó rasposa y desgarrada,
imponiendo un estilo agresivo a sus interpretaciones, con el que lograría una
plena identificación.
A partir
de 1928 Lucha Reyes emprendió por el sendero de la interpretación vernácula de
manera solista. Un año después inició su mejor etapa como artista, creando un
estilo personal y logrando sonados éxitos como "La Tequilera",
"¡Ay Jalisco no te rajes!", "El Corrido de Chihuahua",
"El Herradero", "La Panchita", "Traigo un amor",
"Juan Colorado", "El Castigador", "Rayando el
sol", "Caminito de Contreras" y más. En 1930 el empresario Frank
Founce la contrató para varios conciertos en el escenario del teatro Million
Dollar, de Los Ángeles.
Aunque
Lucha no poseía una gran belleza, su rostro y presencia llamaron la atención de
algunos productores de cine, incluyéndola en películas como Canción del alma (1937), al lado de
Vilma Vidal y Rafael Falcón; La tierra
del mariachi (1938), con Consuelo Frank; Con los dorados de Villa (1939), con Domingo Soler, Pedro Armendáriz y Susana Cora; El zorro de Jalisco (1940), con Pedro Armendáriz y Emilio “el Indio” Fernández; y ¡Ay Jalisco, no te rajes! (1941), con Jorge Negrete y Gloria Marín.
Lucha
Reyes causaba tumultos en los lugares donde se presentaba. Colocada como el
centro del escenario y con una botella de tequila en la mano, cantaba de manera
espectacular. En cierto momento levantaba la botella y le daba un grueso trago
que servía para sacar la voz cuando sentía que se le hacía un nudo en la
garganta. En los últimos años de su vida, comenzó a buscar el alcohol como
bebida esencial. En ocasiones su borrachera estaba tan acentuada que le impedía
salir al escenario a pesar de ser la figura principal de la compañía y los
espectáculos del empresario Paco Miller.
Desde la
segunda semana del mes de mayo de 1944, Lucha Reyes arrastraba una profunda
depresión que se había manifestado tras la muerte de la señora Francisca
Cervantes, madre de su primer marido, también fallecido. La pena acumulada le
había afectado de tal manera que ni el tequila ni otras bebidas alcóholicas a
las que se había aficionado le hacían olvidar su tristeza. El público que
asistía con gusto a los teatros y a las carpas a disfrutar de sus actuaciones,
sabía que para acentuar su característica voz rasposa acostumbraba, como parte
de su presentación, tomar un grueso trago de tequila, pero esta afición en los
últimos meses de su vida se le convirtió en una enfermedad que la estaba
consumiendo, llevándola (en las dos semanas siguientes a la muerte de su ex
suegra) a encerrarse en su recámara para tratar de soportar la tristeza,
acompañada desde luego sólo con una botella de ardiente tequila.Lucha ya había
perdido las ganas de vivir, sin importarle que su hija María de la Luz Martínez
Cervantes, de once años de edad, también estuviera sufriendo viéndola como se
destrozaba físicamente.
Pese a
ello, el 23 de junio, las actitudes de la cantante hacían suponer que ya se
estaba recuperando su ánimo de vida. Había dejado de beber y aunque su andar
era con paso inseguro, su hija confiaba en que los diez día anteriores de
tristezas habían terminado. Para Lucha, que con lentitud deambulada por el
interior de su casa, contrariamente apenas empezaba su verdadera tragedia.
Trataba de mantener la lucidez de sus pensamientos, que en momentos la hacían
refugiarse en una silla o sillón en busca de reflexiones. Había llamado a su
hija para mandarla a la botica en busca de un frasco de medicinas. María de la
Luz nunca imaginó que esos barbitúricos servirían para que su madre pusiera fin
a su existencia. Por el contrario, creía que los barbitúricos serían un remedio
para aliviar ese amargo sufrimiento
A las
13:00 horas del 24 de junio, Lucha Reyes (que aún mantenía vigente la pena por
la pérdida de su ex suegra) se encontraba sola en su alcoba, sostenía el frasco
con las pastillas que minutos antes le había comprado su hija. Destapó el
recipiente, y una por una fue ingiriendo veinticinco de las cuarenta tabletas
que contenía, mismas que al mezclarse con los residuos del tequila bebido en
días anteriores multiplicaron su efectividad. Aún consciente de todo lo que
hacía, colocó el frasco con el resto de las pastillas sobre una mesa, cerró los
ojos y suspiró antes de acostarse para conciliar el sueño. Sabía de antemano
que una vez que entrara el letargo jamás volvería a despertar. Empezó a buscar
el descanso eterno que llegaría un par de horas después.
A las
16:30 horas, aún inconsciente y con los signos vitales débiles, Lucha Reyes
llegó a un hospital de las calles Durango y Monterrey. Ahí varios médicos trataron
de arrebatarla de la muerte. En un esfuerzo admirable, los galenos le aplicaron
varios lavados intestinales intentando detener la acción mortal de la
sobredosis de barbitúricos. Varias horas permaneció en observación sin que
lograra salir del estado comatoso de gravedad en el que se encontraba. Según el
reporte médico le fueron aplicados cuatro lavados estomacales, además de
inyectarle Estricnina y
Coramina, tratando con ello de anular el efecto de las pastillas. Así mismo se
le colocó una mascarilla con oxígeno y se le aplicó una tranfusión sanguínea.
Por desgracia, todos los esfuerzos fueron inútiles. A las 02:20 horas del 25 de
junio de 1944, sin haber salido de su larga agonía, Lucha Reyes dejó de
existir. El procurador de justicia autorizó la dispensa en la autopsia del
cadáver para que Carmen Reyes y Manuel Flores trasladaran el cuerpo de la
admirada cantante hasta una agencia funeraria. Durante todo ese día, y en las
primeras horas del día siguiente, la capilla ardiente donde fue colocado el
cuerpo de Lucha Reyes estuvo visitada por un numeroso público, cuyo único fin
era despedirse de la cancionera. En el Panteón Civil de Dolores, donde serían
trasladados los restos el día 26, estaba reunida una multitud de personas en
espera del féretro. Hasta ahí llegaron las más famosas cancioneras de la época
y algunos de sus más fieles amigos, entre ellos Matilde Sánchez "La
Torcacita", Jorge Negrete, Pituka de Foronda, Mario Moreno "Cantinflas"
y varios artistas del Cabaret Casablanca. En la agencia funeraria antes de que
el féretro fuera cerrado para siempre, el escultor y pintor Arturo Garres,
admirador y amigo fraterno de la artista, sacó una mascarilla de su rostro con
el que esculpiría una escultura. Minutos después el ataúd fue trasladado al
Panteón, y bajo los acordes de "La Tequilera",
"Guadalajara" y "La Panchita", rúbricas musicales de Lucha
Reyes, fue sepultado en una tumba del lote de actores.
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